Lo que voy a escribir a continuación, no es ninguna historia que me haya pasado a mí personalmente, sino una opinión personal y una crítica constructiva, sobre cómo ha crecido de forma alarmante, la obsesión de mucha gente por estar en constante contacto con sus amistades y la gente que conoce.
En el año 2009, nace el WhatsApp (una vez más, he tenido que buscarlo en Google, porque todavía no se ni como se escribe XD) y con él, un hecho que revoluciona la forma de comunicarse y la obsesión por estar en contacto permanente con tus amistades y la gente que conoces.
A los ingenieros de Silicon Valley, creadores de grandes y archiconocidos programas informáticos, así como de páginas webs influyentes en el mundo entero, se les ocurrió la “genial” idea de crearlo, con el fin (supuestamente) de que la gente tuviese otra forma de comunicarse, como si ya no fuera suficiente con el MSN, Skype, SMS y redes sociales varias.
Y como todo no podía ser bueno, la parte negativa empezó a salir a la luz. Millones de personas que desarrollaron una preocupante obsesión, por no despegar los ojos de la pantalla de su móvil de última generación, para ver quién está en línea, quien ha actualizado su estado o quien le ha escrito algo.
Todo eso no sería tan malo, si se hiciese un uso responsable del programa, si sólo se usara el WhatsApp con cabeza y sabiendo separar la comunicación interpersonal, de la comunicación que requiere del uso de un aparato.
Cuando sólo te comunicas a través de una pantalla, ya sea la de un móvil, portátil o PC, aparte de que corres el riesgo de no saber desenvolverte con soltura comunicándote en persona, se pierde el encanto de escuchar, ver, oler y sentir a la persona con la que estás hablando.
Hace unos meses, iba en el autobús y detrás de mi se sentaron 2 chicas, de no más de 16 o 17 años, hablando de cosas del instituto, del fin de semana, chicos varios y temas en general bastante típicos a esa edad. Cuando el autobús se paró en una parada un rato después, una de ellas se levantó para bajarse, no sin antes decirle a la otra chica: “¡Whatsapeame!”
Cuando escuché eso, aparte de que me sentí tremendamente mayor, pensando en como habían cambiado las cosas desde que yo tenía esa edad, me puse a pensar en la manera tan vertiginosa de la que había cambiado la manera de comunicarse y los conceptos tan absurdos que la gente empleaba.
Yo cuando tenía esa edad, todavía estaba emocionada con mi primer móvil. Un Nokia de color rojo, del tamaño de un ladrillo XD, que lo más moderno que tenía, eran los politonos que podía ponerle de melodía.
Y ahora, sino tienes un móvil de última generación táctil, con su correspondiente WhatsApp y sus múltiples aplicaciones, no eres nadie. No eres más que un bicho raro.
Aunque yo preferiría catalogarme como alguien que no ha sucumbido a la tentación de estar en contacto con todo quisqui las 24 horas del día.
¿Cómo se puede llevar una vida normal así? ¿cómo puedes relacionarte con normalidad, si te pasas el día entero, pendiente de una pantalla? Y lo que es peor, ¿cómo pretendes ser libre así?
Porque la libertad también juega un rol importante, ya que te amarras a un aparato y no eres nadie sino lo llevas encima.
Una vez ví una noticia en el telediario, de que no se que día, el WhatsApp dejó de funcionar y se creó una histeria colectiva, por parte de la gente que lo usa constantemente, porque no podían comunicarse con nadie.
Así que, definitivamente, hay gente que sin el WhatsApp no sabe vivir. Increíble, pero cierto.
Anécdotas con esa gente he tenido muchas y la mayoría de las veces han intentado argumentarse con cosas como: “es gratis”, “lo usa todo el mundo”, “te ahorras los mensajes (SMS)”, “puedes estar en contacto a todas horas con quien quieras” y algunas más que ahora mismo no recuerdo.
Y para añadir una opinión personal más (o varias), quiero dar respuesta a esos argumentos, que para mi carecen de validez.
1.- “Es gratis”.
Hace poco, he leído un artículo y me ha llamado la atención una frase que dice: “al ser gratis, no se está vendiendo un producto, sino que eres tu quien se vende. Tú eres el producto”
Las piedras de la calle también son gratis y no por eso voy a llenar mi habitación de piedras XD
2.- “Lo usa todo el mundo”.
Que algo lo use todo el mundo, no es sinónimo de garantía, ni de calidad, ni de que debamos de seguir una tendencia. Ese argumento, demuestra la falta de criterio propio de mucha gente.
Yo vivo más feliz pensando por mi misma.
3.- “Te ahorras los mensajes (SMS)
Si vale, me ahorro los mensajes, ¿pero qué pasa, si no conozco a nadie que lo use y que la gente que si conozco, no me interesa que sepan en todo momento cuando me conecto y cuando no? Prefiero conservar mi intimidad, gracias.
4.- “Puedes estar en contacto a todas horas con quien quieras”
¿Y yo para qué quiero estar las 24 horas en contacto con la gente? ¿qué pasa con mi vida? Yo se apañármelas sola cuando quiero ponerme en contacto con alguien, no necesito que un móvil me facilite tanto las cosas.
Seguiría debatiendo “argumentos”, pero la lista sería interminable, así que he destacado los que más gracia me han hecho, por decirlo de alguna forma XD.
Otra de las cosas que me producen bastante pena, es la cantidad de parejas que han roto, discuten o tienen malentendidos y malos rollos por culpa de no hacer un buen uso del WhatsApp.
Uno de los pilares básicos para que una relación de pareja funcione y salga adelante, es que cada uno tenga derecho a conservar su parcela de intimidad. Su tiempo para dedicárselo a sus amistades, aficiones o a ellos mismos y si te pasas el día entero, controlando a tu pareja a través del móvil, para ver a que hora se conecta, si sigue conectado después de hablar contigo o simplemente para decirle cosas sin parar y luego enfadarte porque tarda en contestar o porque no te contesta directamente, ¿qué tipo de relación pretendes tener? Una relación basada en la confianza desde luego que no, sino que la desconfianza sería la protagonista, anulando por completo a la otra persona, sin dejarle que haga su vida cuando está a solas, sin brindarle ese tiempo a solas al cual tiene derecho, creándote celos sin necesidad y encima, controlándole a cada momento.
No pretendo generalizar, pero se de gente que lo hace, no solo a través del WhatsApp, sino a través de las redes sociales y lo que esa gente considera como algo “normal”, para mi es algo enfermizo.
Y no solo eso, sino que para más inri, he tenido la ocasión varias veces, de presenciar casos de parejas que están cenando en alguna parte o dando un paseo y estar pendientes del móvil a cada momento. Me parece triste, muy triste.
Con todo esto, no quiero convencer a nadie de nada, ni tampoco aconsejar a nadie para que lo use o deje de hacerlo, sino dar a conocer lo que pienso y si con eso puedo concienciar a alguien o hacer pensar a alguien para que recapacite si el uso que le está dando al WhatsApp es responsable, me sentiré más que satisfecha.
Porque yo personalmente, prefiero quedar con alguien en persona y prestarle atención a la maravillosa persona que tengo a mi lado, antes que prestársela a un aparato.